La generosidad se define como la cualidad de ser amable, generoso y considerado. Por ejemplo, que tu hijo abrace a su hermano porque se ha raspado la rodilla o que ayude a mamá a poner la mesa para la cena son acciones que representan la generosidad.
Recibir y actuar con generosidad te hace sentir bien. Varios estudios han demostrado que actuar con generosidad tiene beneficios positivos para los niños, como por ejemplo:
aumenta la felicidad y la positividad.
proporciona un mayor sentido de pertenencia y propósito.
mejora la autoestima y la confianza.
ayuda a desarrollar habilidades sociales y emocionales.
fomenta el pensamiento crítico.
mejora la salud física y mental.
Los efectos de la generosidad ayudan a nuestros hijos a prepararse para el éxito y la felicidad, ya que son testigos del impacto positivo de sus acciones hacia los demás, al tiempo que cultivan la compasión hacia sí mismos.
La generosidad empieza por casa
Los padres quieren criar hijos generosos, compasivos, respetuosos y amables. La realidad es que es más fácil decirlo que hacerlo. Como ocurre con muchos aspectos de la crianza, lo que HACEMOS en lugar de lo que DECIMOS es lo que más influye en nuestros hijos.
Nunca subestimes el poder de tus palabras y acciones. Tus hijos prestan atención al modo en que tratas a los demás. Sé consciente del tono de voz y las acciones que empleas con tus amigos, vecinos, la cajera del supermercado y el vagabundo del parque. Se consciente de cómo tratas a tu pareja y a tus hijos.
A veces nos resulta más fácil enseñar la generosidad, viendo el mundo a través de los ojos de nuestros hijos y modelando constantemente estos comportamientos positivos. Muchos padres disciplinan con amor, buscando la causa del comportamiento inmaduro o inadecuado de un niño en lugar de avergonzarle, gritarle o castigarle.
Inculcar hábitos positivos
Puedes animar a los niños a ser generosos inculcándoles buenos hábitos, como usar modales, expresar gratitud y mostrar aprecio. Explícales que estar agradecido es darse cuenta de algo en su vida que le hace feliz. Por ejemplo, "Agradezco que hoy hay sol porque ayer llovía".
Muestra aprecio a tus hijos agradeciéndoles que te ayuden a recoger la mesa o que se acuerden de lavarse los dientes antes de irse a la cama. En el caso de los niños no verbales, puede animarles mediante interacciones como aplaudir o dar la mano. De este modo, tus hijos se sentirán reconocidos y valorados, lo que reforzará su autoestima y fomentará una imagen positiva de sí mismos. Esto, a su vez, fomenta la confianza, la resiliencia y una actitud sana hacia sí mismos y hacia los demás.
Anima a tus hijos a realizar actos de amabilidad con regularidad. Por ejemplo, asegúrate de que salude a tu vecino viejo todas las mañanas mientras caminamos hacia el parque, dona los juguetes usados a una caridad, suministra alimentos enlatados al banco de una organización local de alimentos o presta tu tiempo como voluntario en un refugio de animales. Estos poderosos hábitos ayudarán a que tus hijos se conviertan en personas consideradas y compasivas.
Identificar emociones
Busca oportunidades para que tus hijos identifiquen y comprendan sus propias emociones. Por ejemplo, crea una "tabla de emociones". ¿Qué parece estar feliz? ¿Cómo es estar triste? Al reconocer y agradecer sus sentimientos, esfuerzos y logros, les estás ayudando a identificar y comprender también las emociones de los demás.
A medida que los niños pueden identificar las emociones de otra persona y comprender por qué se siente así, también pueden empezar a entender cómo sus acciones (como decidir si compartir o no) pueden afectar a los demás. Por ejemplo: ¿Qué sientes cuando alguien es amable contigo? ¿Cómo puedes ser amable con tu hermano o tu vecino? ¿Por qué llora tu hermana pequeña? ¿Está cansada, frustrada, hambrienta o dolida? ¿Qué puedes hacer para que se sienta mejor? Este enfoque cultiva la empatía, la compasión y las expresiones emocionales sanas.
Explora con tus hijos libros ilustrados o lee cuentos apropiados para su edad. Son un buen punto de partida para hablar de lo que la bondad significa para ellos. Para los más pequeños, libros como ABC de la amabilidad (para niños de 1-4) o La amabilidad hace girar el mundo (para niños de 1-3) son buenos puntos de referencia. Para los niños mayores, libros como Tú, yo, y la empatía (para niños de 4-8) ofrecen escenarios más concretos que experimenta el protagonista y permiten a los padres mantener una conversación más significativa sobre lo que significan para ellos la compasión y la amabilidad. Mientras se lee, se pueden hacer preguntas abiertas del tipo: "¿Cómo crees que se siente él sentado solo?" o "Que bueno, veo a alguien ayudando a su amigo. ¿Cómo ayudarías a tu amigo?". "¿Qué sentimientos puedes detectar en esta página?".
Como padres, tenemos el poder de moldear la generación futura inculcando a nuestros hijos valores de amabilidad, compasión, respeto y generosidad. Asumamos esta responsabilidad con intención y propósito, inspirando a nuestros pequeños para que se conviertan en los agentes de cambio que el mundo necesita.